FORMACION EN VALORES
Desde hace mucho tiempo,
numerosos autores han venido insistiendo en la necesidad de educar en valores;
son varios los estudios que han incidido en este campo y en todos ellos se hace
referencia a la redundancia de esta aseveración, ya que si no se educa en
valores no sé está educando realmente. Esta afirmación educativa queda,
actualmente, fuera de toda discusión, centrándose el problema actual no en el
fundamento de los valores educativos, sino en qué valores son los que deben servir
de sustrato y aplicación dentro de los procesos educativos.
La educación física y el deporte
han sido y siguen siendo considerados de gran potencial para el desarrollo de
valores sociales y personales, aumentando de esta forma su importancia como
elemento pedagógico y formativo, pero creando una serie de dilemas a los
profesionales de la actividad física sobre cómo queremos que sea la Educación
Física escolar, el Deporte escolar y la gerencia deportiva, o cómo queremos que
sea la práctica de esa actividad motora en la escuela y en las comunidades, de
forma que nos permita alcanzar los valores que deseamos.
La Educación Física, por su
relación con el Deporte escolar y comunitario, debe promover los valores que el
deporte debe y puede desarrollar; esta disciplina tiene, a través de sus
contenidos y actividades, un enorme potencial para desarrollar al niño tanto
física como personalmente y, de esta forma, para contribuir a la mejora de la
persona.
Las prácticas que se organicen
deben buscar el desarrollo integral, el desarrollo del cuerpo y de la mente, de
la autoestima, el sentido ético y moral, de responsabilidad, de autonomía, de
superación y de relación y aceptación de los demás, aceptación de las normas,
de cooperación, responsabilidad, etc. y todo esto en un clima lúdico y de
disfrute. En todas las actividades físicas, el niño debe aprender a competir,
resolver problemas, dialogar, superarse, ganar y perder, sin menospreciar a los
que lo hacen y disfrutar de la práctica como elemento formador, integrador y
emancipador. El deporte forma parte de la educación y la cultura de los hombres
desde tiempos remotos, disfrutando de grandes y esplendorosas épocas a lo largo
de la historia, pero también ha tenido otras de marginación y ostracismo en las
que el desarrollo físico quedó relegado a un segundo plano frente al
intelectual. La concepción del deporte no ha sido la misma en el devenir de los
tiempos, de modo que, en cada época, la jerarquía e interpretación de los
valores no han sido las mismas siempre, resaltándose unos sobre otros y
considerando como positivos ciertos valores que en otros tiempos han sido
considerados como inaceptables. Y es en ello en lo que radica esa relatividad
de los valores y la necesidad de interpretar cada uno de ellos en función de un
tiempo y espacio sociocultural concreto.
El deporte es una actividad con
diferentes acepciones en función de la óptica de su estudio, largamente analizado
y caracterizado por una gran
complejidad, que cambia su significado en tanto se refiere a una actitud y
actividad humana como, y sobre todo, cuando nos centramos en una realidad
social o en un conjunto de realidades sociales. Aquí me centraré en el concepto de deporte escolar,
el cual, según Blázquez (1995), tiene un doble sentido: por un lado, incluye aquellas
prácticas físicas que se desarrollan en el ámbito de la institución escolar, y,
por otro, a las actividades practicadas en edad escolar, no circunscritas a la
escuela, pero cuya realización también debe estar sujeta a una orientación
educativa y formativa, aunque sea desarrollada extra-escolarmente.
El deporte es una institución,
una forma de vida que se ve con una organización jurídica y material que se
vincula a otras instituciones y que tiene a su vez la misión de incorporar el
cuerpo en el orden social. Por ello, por su complejidad, no podemos abordar el
estudio de la educación física y deporte en términos puramente técnicos, pues
el deporte aparece naturalmente vinculado al movimiento y al ejercicio, y el
ejercicio es la base de la educación física, es una parte fundamental de ella y
su trascendencia social hace que muchas veces sea un elemento señero a la hora
de conseguir fines e integraciones que de otra forma parecerían impensables.
Durante mucho tiempo, ha sido
considerado como una excelente vía de promoción y desarrollo de valores
sociales y personales y han sido numerosos los autores que han señalado valores
relacionados con el desarrollo personal, el descubrimiento y la educación
social, los cuales perduraran durante toda la vida. Sin embargo, últimamente
han surgido voces discrepantes con estas afirmaciones, que se basan en la
progresiva relevancia del deporte como fenómeno social y su forma de
practicarlo, poniendo en tela de juicio su aspecto formativo en lo referente
fundamentalmente a los valores éticos.
Por otra parte, la educación
física es ante todo educación. El hombre expresa de algún modo su peculiar
manera de ser y la conforma. Como educación no es, claro está, sólo educación
del cuerpo, sino del hombre; pero, como física, lo es de una manera muy directa
a través del cuerpo, en tanto éste puede ser una vía de enriquecimiento humano
y de desarrollo global del sujeto sin descuidar todos los ámbitos que integran
la personalidad.
Por esta razón, el profesional de
la actividad física y el deporte debe fomentar esa totalidad formativa de esta
actividad y debe promover la adquisición de valores deseables a través de su
práctica, si bien debemos señalar, tal y como dice Fraile, con la mera participación
no se garantiza la adquisición de valores educativos (Fraile, 1996, p. 3). Así
mismo, Petrus indica que: son las condiciones de su práctica las que confirman
sus posibilidades educativas. El deporte puede favorecer la adquisición de competencias
sociales si su diseño es el adecuado (Petrus 1999, p. 32).
Siguiendo esta misma línea de
reflexión, Arnold (1991) indica que el deporte puede utilizarse con buenos y
malos propósitos. Bien aplicado, puede enseñar resistencia y estimular un
sentimiento de juego limpio y un respeto por las reglas, un esfuerzo coordinado
y la subordinación de los intereses personales a los del grupo. De esta manera,
el deporte como universal cultural del siglo XXI engloba un amplio repertorio
de símbolos, valores, normas y comportamientos que lo identifican y diferencian
con nitidez de otras prácticas sociales.
Entender esto significa ser
consciente de su validez como herramienta pedagógica necesaria para participar
y promover un modelo de relación educativa que favorezca la igualdad de oportunidades
a través de la integración y, al mismo tiempo, el reconocimiento de las
identidades minoritarias a través de la atención a su diversidad cultural.
La estructura del deporte refleja
diferentes esquemas de participación y modelos de comportamiento de las
personas en relación con cada estructura deportiva. Gutiérrez, en su obra
«Valores sociales y deporte», propone un modelo para el desarrollo y promoción
de valores sociales y personales a través de la actividad física y el deporte,
en el que se contemplen todos los estamentos susceptibles de ejercer algún tipo
de influencia sobre la formación del esquema de valores de cada persona, basándose
este modelo en que no se le pide a nadie que asuma completamente la responsabilidad
del proceso de todo el modelo, sino que cada uno, en función del rol que le
corresponde, asuma su papel, que los demás ya harán el resto: los padres, los
deportistas, los organizadores y los profesores y entrenadores, asumiendo el
compromiso de su función, la educación, ya sea deportiva o general, teniendo
siempre presente el repertorio de valores que una sociedad pluralista, de
respeto y orientada hacia la igualdad, demanda. Por su parte, Torralba considera
que la exigencia de la participación de todos los sectores implicados fundamentará
el éxito del proyecto, entendiendo que este proceso debe realizarse a través de
una intervención social general que se fundamentaría en los siguientes
apartados: Intervención desde los valores de la persona y su entorno. Cada
deportista es más proclive a unas determinadas características, algunas de
ellas derivadas de su propia naturaleza y otras que provienen del ambiente en el
que se encuentra inmerso. Para educar en valores sociales y personales a los
jóvenes deportistas, será muy conveniente y útil conocer qué es lo que ellos
valoran de la actividad físico-deportiva y qué defienden las personas de su
entorno. Intervención social general.
Desde el ámbito educativo, para los valores relacionados con el deporte, pueden
seguirse gran parte de los esquemas diseñados para la educación en valores
desde el marco general de la enseñanza. El fin principal de la educación, como
claramente viene especificado en la Ley Orgánica de la Educación (LOE), es el
pleno desarrollo de la personalidad de los alumnos, el desarrollo integral de todos
los factores que la componen: intelectual, corporal, social, afectivo y
ético-moral.
Los gerentes deportivos y
planificadores educativos deben potenciar el desarrollo de estos valores desde
los currículos educativos y el desarrollo de los eventos deportivos de las
diferentes etapas y organizaciones, concretando los contenidos referentes a los
mismos de una forma explícita, concienciando a los profesores y entrenadores de
su papel dentro de este desarrollo y de lo determinante que deben ser sus
posturas al respecto de cara a los alumnos y deportistas, desarrollando los
valores auténticos del deporte y relativizando la influencia de factores
externos, como, por ejemplo, las recompensas económicas, en el desarrollo de
estos valores. Esta concienciación pasa por dejar claro que el deporte por sí
sólo no educa; son los profesores y entrenadores, los padres y madres los
responsables de que esto suceda y, por lo tanto, su coordinación es fundamental, para el logro de un ciudadano
formado en ética y valores.