martes, 15 de septiembre de 2015

ETICA Y VALORES

FORMACION EN VALORES
Desde hace mucho tiempo, numerosos autores han venido insistiendo en la necesidad de educar en valores; son varios los estudios que han incidido en este campo y en todos ellos se hace referencia a la redundancia de esta aseveración, ya que si no se educa en valores no sé está educando realmente. Esta afirmación educativa queda, actualmente, fuera de toda discusión, centrándose el problema actual no en el fundamento de los valores educativos, sino en qué valores son los que deben servir de sustrato y aplicación dentro de los procesos educativos.
La educación física y el deporte han sido y siguen siendo considerados de gran potencial para el desarrollo de valores sociales y personales, aumentando de esta forma su importancia como elemento pedagógico y formativo, pero creando una serie de dilemas a los profesionales de la actividad física sobre cómo queremos que sea la Educación Física escolar, el Deporte escolar y la gerencia deportiva, o cómo queremos que sea la práctica de esa actividad motora en la escuela y en las comunidades, de forma que nos permita alcanzar los valores que deseamos.
La Educación Física, por su relación con el Deporte escolar y comunitario, debe promover los valores que el deporte debe y puede desarrollar; esta disciplina tiene, a través de sus contenidos y actividades, un enorme potencial para desarrollar al niño tanto física como personalmente y, de esta forma, para contribuir a la mejora de la persona.
Las prácticas que se organicen deben buscar el desarrollo integral, el desarrollo del cuerpo y de la mente, de la autoestima, el sentido ético y moral, de responsabilidad, de autonomía, de superación y de relación y aceptación de los demás, aceptación de las normas, de cooperación, responsabilidad, etc. y todo esto en un clima lúdico y de disfrute. En todas las actividades físicas, el niño debe aprender a competir, resolver problemas, dialogar, superarse, ganar y perder, sin menospreciar a los que lo hacen y disfrutar de la práctica como elemento formador, integrador y emancipador. El deporte forma parte de la educación y la cultura de los hombres desde tiempos remotos, disfrutando de grandes y esplendorosas épocas a lo largo de la historia, pero también ha tenido otras de marginación y ostracismo en las que el desarrollo físico quedó relegado a un segundo plano frente al intelectual. La concepción del deporte no ha sido la misma en el devenir de los tiempos, de modo que, en cada época, la jerarquía e interpretación de los valores no han sido las mismas siempre, resaltándose unos sobre otros y considerando como positivos ciertos valores que en otros tiempos han sido considerados como inaceptables. Y es en ello en lo que radica esa relatividad de los valores y la necesidad de interpretar cada uno de ellos en función de un tiempo y espacio sociocultural concreto.
El deporte es una actividad con diferentes acepciones en función de la óptica de su estudio, largamente analizado y caracterizado por una  gran complejidad, que cambia su significado en tanto se refiere a una actitud y actividad humana como, y sobre todo, cuando nos centramos en una realidad social o en un conjunto de realidades sociales. Aquí me  centraré en el concepto de deporte escolar, el cual, según Blázquez (1995), tiene un doble sentido: por un lado, incluye aquellas prácticas físicas que se desarrollan en el ámbito de la institución escolar, y, por otro, a las actividades practicadas en edad escolar, no circunscritas a la escuela, pero cuya realización también debe estar sujeta a una orientación educativa y formativa, aunque sea desarrollada extra-escolarmente.
El deporte es una institución, una forma de vida que se ve con una organización jurídica y material que se vincula a otras instituciones y que tiene a su vez la misión de incorporar el cuerpo en el orden social. Por ello, por su complejidad, no podemos abordar el estudio de la educación física y deporte en términos puramente técnicos, pues el deporte aparece naturalmente vinculado al movimiento y al ejercicio, y el ejercicio es la base de la educación física, es una parte fundamental de ella y su trascendencia social hace que muchas veces sea un elemento señero a la hora de conseguir fines e integraciones que de otra forma parecerían impensables.
Durante mucho tiempo, ha sido considerado como una excelente vía de promoción y desarrollo de valores sociales y personales y han sido numerosos los autores que han señalado valores relacionados con el desarrollo personal, el descubrimiento y la educación social, los cuales perduraran durante toda la vida. Sin embargo, últimamente han surgido voces discrepantes con estas afirmaciones, que se basan en la progresiva relevancia del deporte como fenómeno social y su forma de practicarlo, poniendo en tela de juicio su aspecto formativo en lo referente fundamentalmente a los valores éticos.
Por otra parte, la educación física es ante todo educación. El hombre expresa de algún modo su peculiar manera de ser y la conforma. Como educación no es, claro está, sólo educación del cuerpo, sino del hombre; pero, como física, lo es de una manera muy directa a través del cuerpo, en tanto éste puede ser una vía de enriquecimiento humano y de desarrollo global del sujeto sin descuidar todos los ámbitos que integran la personalidad.
Por esta razón, el profesional de la actividad física y el deporte debe fomentar esa totalidad formativa de esta actividad y debe promover la adquisición de valores deseables a través de su práctica, si bien debemos señalar, tal y como dice Fraile, con la mera participación no se garantiza la adquisición de valores educativos (Fraile, 1996, p. 3). Así mismo, Petrus indica que: son las condiciones de su práctica las que confirman sus posibilidades educativas. El deporte puede favorecer la adquisición de competencias sociales si su diseño es el adecuado (Petrus 1999, p. 32).
Siguiendo esta misma línea de reflexión, Arnold (1991) indica que el deporte puede utilizarse con buenos y malos propósitos. Bien aplicado, puede enseñar resistencia y estimular un sentimiento de juego limpio y un respeto por las reglas, un esfuerzo coordinado y la subordinación de los intereses personales a los del grupo. De esta manera, el deporte como universal cultural del siglo XXI engloba un amplio repertorio de símbolos, valores, normas y comportamientos que lo identifican y diferencian con nitidez de otras prácticas sociales.
Entender esto significa ser consciente de su validez como herramienta pedagógica necesaria para participar y promover un modelo de relación educativa que favorezca la igualdad de oportunidades a través de la integración y, al mismo tiempo, el reconocimiento de las identidades minoritarias a través de la atención a su diversidad cultural.
La estructura del deporte refleja diferentes esquemas de participación y modelos de comportamiento de las personas en relación con cada estructura deportiva. Gutiérrez, en su obra «Valores sociales y deporte», propone un modelo para el desarrollo y promoción de valores sociales y personales a través de la actividad física y el deporte, en el que se contemplen todos los estamentos susceptibles de ejercer algún tipo de influencia sobre la formación del esquema de valores de cada persona, basándose este modelo en que no se le pide a nadie que asuma completamente la responsabilidad del proceso de todo el modelo, sino que cada uno, en función del rol que le corresponde, asuma su papel, que los demás ya harán el resto: los padres, los deportistas, los organizadores y los profesores y entrenadores, asumiendo el compromiso de su función, la educación, ya sea deportiva o general, teniendo siempre presente el repertorio de valores que una sociedad pluralista, de respeto y orientada hacia la igualdad, demanda. Por su parte, Torralba considera que la exigencia de la participación de todos los sectores implicados fundamentará el éxito del proyecto, entendiendo que este proceso debe realizarse a través de una intervención social general que se fundamentaría en los siguientes apartados: Intervención desde los valores de la persona y su entorno. Cada deportista es más proclive a unas determinadas características, algunas de ellas derivadas de su propia naturaleza y otras que provienen del ambiente en el que se encuentra inmerso. Para educar en valores sociales y personales a los jóvenes deportistas, será muy conveniente y útil conocer qué es lo que ellos valoran de la actividad físico-deportiva y qué defienden las personas de su entorno.  Intervención social general. Desde el ámbito educativo, para los valores relacionados con el deporte, pueden seguirse gran parte de los esquemas diseñados para la educación en valores desde el marco general de la enseñanza. El fin principal de la educación, como claramente viene especificado en la Ley Orgánica de la Educación (LOE), es el pleno desarrollo de la personalidad de los alumnos, el desarrollo integral de todos los factores que la componen: intelectual, corporal, social, afectivo y ético-moral.

Los gerentes deportivos y planificadores educativos deben potenciar el desarrollo de estos valores desde los currículos educativos y el desarrollo de los eventos deportivos de las diferentes etapas y organizaciones, concretando los contenidos referentes a los mismos de una forma explícita, concienciando a los profesores y entrenadores de su papel dentro de este desarrollo y de lo determinante que deben ser sus posturas al respecto de cara a los alumnos y deportistas, desarrollando los valores auténticos del deporte y relativizando la influencia de factores externos, como, por ejemplo, las recompensas económicas, en el desarrollo de estos valores. Esta concienciación pasa por dejar claro que el deporte por sí sólo no educa; son los profesores y entrenadores, los padres y madres los responsables de que esto suceda y, por lo tanto, su coordinación es  fundamental, para el logro de un ciudadano formado en ética y valores.